Las partes de la personalidad y el trauma: fragmentación de la personalidad

A medida que vamos experimentando situaciones difíciles, desde nuestra más temprana infancia, se va produciendo una fragmentación de nuestra personalidad. Esta fragmentación de la personalidad nos ayuda a sobrevivir a experiencias difíciles, pero también puede causarnos, en un futuro, problemas en el funcionamiento diario y en las relaciones interpersonales.
Comparto aquí un caso que, quizás, puede ayudar a ilustrar cómo surgen estas partes de la personalidad. María nació en una familia de madre profundamente deprimida. Como consecuencia de esto, su madre está tan triste y desconectada emocionalmente de ella que, cuando era un bebé, su madre no podía responder adecuadamente a sus necesidades. Permanecía largo tiempo en la cuna llorando y su madre no parecía o no podía darse cuenta de que ella tenía dolor, tenía frío, hambre, o simplemente necesidad de escuchar los latidos de su corazón.
Cuando un bebé experimenta recurrentemente que sus necesidades no están siendo atendidas, el bebé se desconecta de sus necesidades: es mucho menos doloroso “no necesitar” que experimentar repetidamente que sus necesidades no están siendo atendidas.
A partir de ahí, María crece sintiendo que no necesita nada de nadie y ya de adulta se convierte en una mujer independiente, que no necesita de nadie, fuerte, que no se muestra vulnerable pero que tienes problemas en sus relaciones de pareja: no consigue conectar emocional e íntimamente con ella ni con la otra persona.
En María, y como consecuencia de lo vivido en su infancia, se produce una fragmentación de la personalidad; a partir de unas circunstancias que, ella como bebé, no podía manejar (no podía atender por sí mismo a sus necesidades) se han desarrollado ciertos aspectos de la personalidad que le permitieron lidiar con la situación. Estas partes de la personalidad originadas entonces, se relacionan e interactúan entre sí. En en este caso, podemos ver las siguientes partes:
- Una parte excluida (el bebé que sentía seguramente unas emociones que le sobrepasaban cuando no eran atendidas sus necesidades) que dio origen a la fragmentación.
- Una parte defensora que para evitar volver a re-experimentar lo que sintió el bebé, y que se desconecta de sus necesidades y no necesita a nadie.
- Otra parte que se muestra fuerte y que evita mostrarse vulnerable porque, en su día ante una situación de extrema vulnerabilidad (siendo bebé), no recibió una respuesta adecuada.
Las partes de la personalidad son estados de nuestra mente que presentan un sistema coherente de pensamientos, emociones, conductas y respuestas corporales y fisiológicas y que se ponen en marcha (se activan) ante determinadas situaciones.
Estas partes suelen originarse en un acontecimiento traumático, pero aún hoy, aunque el evento traumático pasó, siguen actuando como si el peligro estuviera vigente y, en algunas ocasiones, se vuelven disfuncionales. Cuando hablamos de trauma, nos referimos no solo a un evento puntual altamente impactante, sino también a experiencias más sutiles (incluso repetidas) que sobrepasan nuestros mecanismos de afrontamiento y la infancia es una etapa de nuestra vida en la que nuestros mecanismos de afrontamiento son mínimos. Por poner un ejemplo, para un niño de 3 años quedarse solo en casa una noche puede ser un trauma, para un adolescente de 15 es una fiesta.
Cuando experimentamos un trauma, especialmente si es una edad temprana, nuestra mente no puede integrar el impacto emocional de una manera coherente y en lugar de procesarla se protege fragmentando la experiencia y dando lugar a una parte de nuestra personalidad que queda congelada o separada y carga con el dolor, la vergüenza, culpa o miedo.
Según el modelo de Internal Family System de Richard Schwartz, nuestra mente está formada por diferentes partes que desempeñan diferentes roles y que, debido al trauma, se intensifican o distorsionan. Así por ejemplo podemos encontrar:
- Las partes excluidas que cargan con el trauma y toda la carga
- Las partes protectoras que intentan que las excluidas no salgan a la luz a través de patrones de control, la negación, perfeccionismo, productividad, etc...
- Los bomberos o apagafuegos que actúan cuando las partes excluidas se activan actuando de manera impulsiva y drástica para intentar apagar el dolor (adicciones, autolesión, disociación, explosiones de ira, etc.)
Cuando no se ha podido integrar el trauma, estas partes continúan activas, a pesar de que el evento traumático ya pasó. Por ejemplo: para María que ahora es una mujer adulta con recursos y herramientas y que además puede responsabilizarse de sus propias necesidades ya no tienen sentido esas partes defensivas (protectores y apagafuegos; pero, hoy en día, siguen activas y funcionando. Ella sigue desconectándose de sus necesidades, evitando la vulnerabilidad a toda costa y demostrando constantemente que no necesita nada ni a nadie.
Estas partes protectoras se originaron en su infancia ante la falta de contacto emocional con una madre excesivamente volcada en su trabajo que no siempre estaba atenta a sus necesidades. El núcleo de la cuestión es que, hasta que las heridas nucleares que provocaron la fragmentación no se hayan trabajado y el trauma original se haya integrado, nuestro sistema nervioso seguirá actuando de manera reactiva y automática activando esas partes defensivas.
Estas partes defensivas pueden estar en estado latentes y otras pueden estar permanentemente activas y evitando que haya algo que pueda resonar con esa herida nuclear, con ese miedo, ese dolor, ese sentimiento de abandono, esa depresión, vergüenza, enfermedad...
Entre las partes defensivas podemos encontrar:
- Máscaras: como, por ejemplo, la búsqueda compulsiva del éxito, la que nunca dice que no, la fuerte, la divertida, la que puede con todo, la salvadora, la cuidadora, la rebelde, ....
- Introyectos: partes que personalizan todos aquellas creencias, valores, ideas o actitudes de personas que fueron relevantes para nosotros en nuestros primeros años de vida: auto-crítica (internaliza la crítica de otros), culpa (la culpa con la que nos cargaban otros)
- Defensas interpersonales: partes que crean una barrera con otras personas y entre estas podemos encontrarnos la desconfianza o las generalizaciones o afirmaciones categóricas “no puedo hacer nada”. Nos protegen de la posibilidad de que estar en relación con otras personas nos hiera.
- Defensas antivulnerabilidad: entre estas encontramos el odio hacia uno mismo, las autolesiones, la adicción, la negación es extrema (no hay nada que hacer).
Todas estas partes defensivas están protegiendo a las partes de nosotros que vivieron esos eventos traumáticos y que han quedado olvidadas o enterradas en nuestro propio inconsciente.
Comprender que la personalidad puede dividirse en partes como respuesta al trauma nos ayuda a dejar de patologizarnos: no estamos rotos, sino que nuestra menta a actuado de una manera creativa desarrollando estrategias para poder sobrevivir y seguir adelante. En el fondo cada parte tiene siempre una intención positiva, la de protegernos del dolor o la carga que supuso la experiencia traumática.
Cada persona tiene una combinación única con partes y el trabajo terapéutico con estas partes nos permite explorar y comprender estas partes para facilitar la integración de nuestro yo e integrando nuestras partes en lugar de reprimirlas.
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