Mecanismos epigenéticos de transmisión del trauma transgeneracional e intergeneracional

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Mecanismos epigenéticos de transmisión del trauma transgeneracional e intergeneracional

El otro día leía un artículo de Rachel Yehuda y Amy Lerner publicado en 2018 donde se hablaba de los posibles mecanismos epigenéticos de transmisión del trauma. El artículo me pareció interesantísimo ya que se trataba de una especie de compilación de los principales avances que ha habido en la transmisión del trauma y la investigación epigenética.

A veces pensamos que el trauma transgeneracional o intergeneracional es una cuestión de elementos intangibles que no siempre son fáciles de medir (patrones familiares, roles, etc.), pero lo que está poniendo la ciencia de manifiesto es que esta transmisión intergeneracional es una realidad y también tiene un componente biológico, tal y como exponen los avances en epigenética.

La epigenética es la rama de la ciencia que estudia el efecto que tiene el entorno en nuestros genes y cómo esto influye en nuestra salud y desarrollo, y estos son los mecanismos epigenéticos más conocidos son:

  • La metilación del ADN, que consiste en añadir un grupo metilo a ciertas bases del ADN, lo que suele inactivar los genes.
  • Las modificaciones de histonas. Las histonas son proteínas alrededor de las cuales se enrolla el ADN y las modificaciones en esta pueden hacer, también que se afecte la expresión génica (se activen o desactiven determinados genes).

Por poner un par de ejemplos de cómo funcionan estos mecanismos epigenéticos, durante el desarrollo embrionario es fundamental que cada célula sepa qué genes activar y cuales desactivar para convertirse en una neurona, en una célula muscular, en una célula del hígado, etc. Por otro lado, muchos trastornos y enfermedades, como por ejemplo el cáncer, están especialmente vinculados con cambios epigenéticos que hacen que se altere la expresión génica promoviendo la proliferación celular descontrolada, la evasión de la apoptosis (mecanismo mediante el cual el organismo permite la eliminación de células dañadas, viejas o peligrosas) y la metástasis.

En la transmisión del trauma, las autoras destacan dos categorías de efectos basados en mecanismos epigenéticos. La primera de ellas incluye a los efectos programados en nuestros genes durante el desarrollo (trauma perinatal y temprano), y la segunda de ella incluye los cambios epigenéticos asociados con un trauma previo a la concepción del niño y que deja huella en las huellas germinales de los padres (óvulos y espermatozoides) y que se transmiten al niño a través de la forma en que se expresan los genes del feto y a través del funcionamiento de la placenta. En la actualidad hay suficiente evidencia como para apoyar la idea de que los hijos pueden verse afectados por la exposición a los traumas que vivieron sus padres antes de su nacimiento.

El concepto de trauma transgeneracional se introdujo a nivel científico al observar los efectos conductuales y psicológicos de los hijos de supervivientes del Holocausto nazi. Estos estudios vinieron a confirmar (o refutar en algunos casos) que en los hijos de estos supervivientes podían observarse patrones de ansiedad, culpa, hipervigilancia, problemas de autoestima, mayor susceptibilidad al TEPT e incluso una sobreidentificación con sus padres.

También se observó algo parecido en los hijos de veteranos de la guerra de Vietnam. En este caso no se trataba de una traumatización por herencia, sino por el hecho de vivir con un padre traumatizado. Esto era lo que resultaba estresante y afectaba profundamente al niño.

Al principio no había pruebas biológicas claras y las explicaciones eran de corte más psicológico o familiar: padres trasmitiendo el trauma, sin querer, a través de sus emociones y comportamientos; y niños actuando como “contenedores” del dolor no expresado de los padres.

Fue a finales de los años 90 del siglo XX cuando se empezó a investigar las bases biológicas del trauma intergeneracional o transgeneracional. Los estudios que se realizaron con hijos supervivientes del Holocausto nazi pudieron encontrar que, había una mayor prevalencia del TEPT (Trastorno de Estrés PostTraumático), y que se podían apreciar alteraciones en el eje Hipotálamo-Hipófisis-Adrenal (HPA).

El eje HPA es uno de los principales mecanismos de regulación del estrés y su principal función es la de coordinar nuestra respuesta al estrés físico y emocional mediante la liberación de determinadas hormonas que preparan al cuerpo para reaccionar ante situaciones desafiantes o amenazantes. Además, regula varios procesos esenciales, como nuestro metabolismo, nuestro sistema inmunológico, estado de ánimo y la energía. El eje HPA es un sistema muy sensible a lo que ocurre en la infancia y puede ser alterado con el trauma.

En estos estudios pudieron observarse:

  • Niveles bajos de cortisol (hormona del estrés).
  • Una mayor sensibilidad al estrés en hijos de personas con TEPT.
  • También encontraron diferencias entre madres y el padre: el TEPT materno se asoció más fuertemente con cambios en el cortisol de los hijos que el TEPT. Por otro lado, las madres traumatizadas parecían tener un impacto más directo en la biología del estrés de los hijos, quizás por su papel en el embarazo y la crianza temprana del niño.
  • Los hijos del Holocausto reportaron más traumas en su infancia si sus padres sufrían de TEPT.
  • Se encontró que el abuso emocional en la infancia también se relacionaba con niveles bajos de cortisol, lo que acabó confirmando que las experiencias infantiles por sí solas pueden dejar marcas duraderas en la persona.
  • Los hijos del Holocausto también presentaban una mayor activación del sistema nervioso simpático (vinculado a la ansiedad), y ciertos cambios cerebrales, como un menor volumen de materia gris en recién nacidos.

Según estos estudios, el trauma en los padres puede dejar huellas biológicas en sus hijos a través de mecanismos epigenéticos, sobre todo en su sistema de respuesta al estrés (eje HPA). Estas huellas pueden aparecer desde muy temprano en la vida y parecen estar influenciadas tanto por factores genéticos como ambientales, especialmente en el caso del trauma materno.

El impacto del trauma en las experiencias tempranas de la infancia

Más tarde comenzó a estudiarse el impacto del trauma en las experiencias tempranas y los estudios revelaron que el hecho de tener unos padres traumatizados suponía una experiencia que podía influir en los niveles de cortisol y en la salud de los propios hijos. El trauma de los padres podía derivar en una mayor exposición al trauma infantil para los hijos.

En la década de los 80 Meaney realizó diversos estudios con crías de ratas a las que separaron de sus madres durante varios minutos al día. La investigación se centró en cómo las interacciones entre madres y crías de ratas afectaban la respuesta al estrés y la regulación hormonal de sus descendientes, desvelando cambios duraderos en el eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA) y en la metilación del ADN. Los principales hallazgos fueron los siguientes:

  • Los efectos en las crías no dependían de la separación en sí, sino del comportamiento de la madre al reunirse con su cría (lamido y acicalamiento).
  • Las madres que lamían y acicalaban más a sus crías tenían crías con niveles de estrés más bajos y una mejor respuesta al estrés que las que las lamían y acicalaban menos.
  • Pero lo más interesante fue es que estas diferencias se mantenían hasta la siguiente generación. Las hijas de las ratas que habían sido poco lamidas y acicaladas también mostraban un comportamiento similar hacia sus crías.

En 2002, se demostró que las diferencias en este cuidado estaban asociadas a cambios epigenéticos, específicamente en la metilación del ADN en un promotor del gen GR (nr3c1) en el hipocampo. Este gen contiene la información necesaria para que la célula pueda fabricar la proteína que conocemos como receptor de glucorticoides y que, al unirse al cortisol desencadena una respuesta celular que modula la expresión de los genes que pueden repercutir en la regulación del eje HPA (hipotalámico-hipofisis-adrenal) y la salud mental.

A mayor cuidado materno, menor metilación y mejor capacidad para regular el estrés. A menor cuidado materno: mayor metilación y mayor dificultad para manejar el estrés.

La importancia del ambiente

Posteriormente se realizaron pruebas para verificar los efectos del entorno de cría y para ello se criaron a esas ratas con madres adoptivas que presentaban diferentes estilos de cuidado (grado de acicalamiento y lamido). Lo que se pudo demostrar es que las crías adoptaban los efectos del cuidado de la nueva madre, no de su madre biológica; pudiéndose demostrar que los cambios en la metilación del ADN dependen del comportamiento de cuidado materno y no de la herencia genética directa.

Estos hallazgos demostraron que el ambiente temprano (cuidado materno) puede modificar el ADN de manera duradera, afectando el comportamiento y cómo manejamos el estrés, y por otro lado que estos cambios pueden transmitirse a generaciones futuras, no a través del ADN en sí, sino a través de cómo los padres cuidan a sus hijos (patrones familiares). Los estudios en humanos han confirmado que las experiencias adversas en la infancia pueden dar lugar a cambios epigenéticos similares a los observados en animales.

Todo esto fue una auténtica revolución en la ciencia ya que se pudo comprobar cómo el cuidado parental (y el trauma infantil) influye directamente en la biología del hijo mediante mecanismos epigenéticos duraderos en genes clave relacionados con el estrés, afectando a la biología y el comportamiento de los hijos.

Influencia del trauma materno durante el embarazo

El trauma o estrés materno durante el embarazo también puede influir en la descendencia a través de cambios en la placenta y en la programación epigenética del feto, afectando su desarrollo biológico y a su conducta.

El sistema que regula el estrés (HPA) ya funciona desde la mitad del embarazo y es muy sensible a lo que ocurre en el entorno materno. Por ejemplo, si la madre tiene mucho estres, puede llegar más cortisol al bebé si la placenta no logra bloquearlo bien; y esto puede acabar provocando cambios epigenétios en el feto.

La ciencia ha podido observar como el estrés prenatal altera la placenta y la metilación del ADN afectando la salud del bebé. Por ejemplo, los estudios han podido observar cómo bebés expuestos durante el tercer trimestre de embarazo al trauma del 11-S, mostraron niveles hormonales alterados y signos de ansiedad. Estos efectos varían según la etapa del embarazo en que ocurra la exposición.

Entre los mecanismos clave de transmisión del trauma intrauterino, muchos estudios pudieron encontrar que el trauma materno prenatal tanto en modelos humanos como animales se asocia con una mayor metilación del gen NR3C1 que regula la respuesta al estrés; y que estos cambios epigenéticos pueden provocar una mayor sensibilidad al estrés en la descendencia.

Las experiencias de estrés materno durante el embarazo también influyen en los síntomas psicológicos (ansiedad, depresión) de los hijos, relacionados con cambios epigenéticos detectables desde el nacimiento.

Efectos intergeneracionales del trauma materno y paterno antes de la concepción

El trauma preconcepcional materno también podría influir en la descendencia a través de cambios epigenéticos en los ovocitos, pero esta hipótesis aún no ha sido probada al 100% por la ciencia y no hay pruebas concluyentes en humanos, sí que hay hipótesis y algunos indicios observacionales que apuntan a esa posibilidad.

De hecho, todos los óvulos que una mujer tendrá en su vida están presentes en el mismo momento de su nacimiento en un estado inmaduro y sin marcas epigenéticas estables. Esto los hace especialmente vulnerables a influencias ambientales durante la infancia, pudiéndose modificar su estructura antes de que sean fecundados como consecuencia del trauma.

Si se confirmara que los traumas preconcepcionales pueden alterar los óvulos, esto implicaría una forma de herencia biológica mediada por la epigenética.

En cuanto a la influencia de la exposición al trauma de los padres antes de la concepción, también se ha comprobado que se pueden producir cambios epigenéticos en el esperma. A diferencia de los ovocitos, los espermatozoides se generan continuamente desde la pubertad, lo que los hace susceptibles a influencias ambientales en diferentes momentos de la vida. La ciencia sugiere que el esperma actúa como un vehículo para transmitir información epigenética relacionada con las experiencias de vida del padre mediante mecanismos como la metilación del ADN, modificación de las histonas, ARn pequeños no codificantes que actúan como reguladores de procesos de regulación de la expresión génica y daño oxidativo.

Los estudios epigenéticos están avanzando rápidamente para explicar cómo las experiencias ambientales, como el trauma, pueden generar cambios en el ADN que se transmiten a generaciones futuras. Sin embargo, aunque empiezan a haber algunos resultados, la evidencia concluyente en humanos aún es limitada, y gran parte de lo que se sabe proviene de modelos animales.

Basado en el artículo de Rachel Yehuda y Amy Lehrmer: Intergenerational transmission of trauma effects: putative role of epigenet mechanisms

https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/wps.20568

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